M balance del 2021. Un año que podía haber sido peor

Mi balance del 2021

El año que comenzamos parece ser el primero de la post pandemia. Ya sea por motivos biológicos s (La evolución natural del virus), de marketing (Ningún «experto» va a querer aparecer en la tele advirtiendo de los peligros de la variante theta) o sociológicos (Como muy bien saben los teólogos que se la pasaron siglos amenazando con el infierno a quienes no los obedecían, en algún momento la gente deja de tener miedo). Sin embargo, van a persistir otras amenazas que aparecieron este año y que vinieron de parte de los seres humanos.

Este es mi balance del 2021

De ninguna manera estoy restándole importancia al Coronavirus. Lo que estoy diciendo es que esa grave enfermedad fue la excusa perfecta para que los poderes formales y no formales retomaran un control sobre la sociedad que estaban perdiendo.

En los últimos años, el poder político y económico vio decaer rápidamente su influencia. Una medida impopular acordada por oficialismos, oposiciones y sindicatos corría el riesgo de ser tumbada por una protesta coordinada por redes sociales. A diferencia de las épocas en que solo los 5 o 6 expertos aprobados por los medios de comunicación le decían a la sociedad que pensar, cualquier persona con los conocimientos necesarios fue capaz de poner de manifiesto falsedades en el discurso oficial.

La traición de las redes sociales

Los «fundadores» esos personajes dinámicos e innovadores que revolucionaron el mundo de la tecnología haciéndose ricos (y en muchos casos perjudicando a los incautos que les compraron acciones) se están haciendo viejos y siguen siendo millonarios. Eso los vuelve conservadores, aunque para acallar las críticas por las condiciones laborales de sus empleados adopten un discurso progresista y financien partidos progresistas.

Desde el comienzo de la pandemia, las redes sociales decidieron actuar como los medios de comunicación tradicionales, eligieron un discurso, lo potenciaron y eliminaron casi cualquier rastro del discurso contrario. No importaba que en muchos casos fueran opiniones fundamentadas de expertos. Y, así fue como les dieron entidad a los teóricos de la conspiración impidiendo que sus falsedades fueran rebatidas en discusiones abiertas. Su problema fue que no eligieron una postura basada en los hechos y el método científico, optaron por comprar el discurso del miedo avalado por los expertos gubernamentales.

Uno de los primeros artículos que escribí el año pasado fue advirtiendo sobre la censura políticamente correcta de las redes sociales apoyada por entidades como la Fundacion Mozilla. No estuve solo, una entidad irreprochable de ser de derecha como la Electronic Frontier Foundation se manifestó de manera similar

La decisión de Twitter, Facebook, Instagram, Snapchat y otros de suspender y/o bloquear las comunicaciones del presidente Trump a través de sus plataformas es un simple ejercicio de sus derechos, bajo la Primera Enmienda y la Sección 230, de comisariar sus sitios. Apoyamos esos derechos. Sin embargo, siempre nos preocupa cuando las plataformas asumen el papel de censores, por lo que seguimos pidiéndoles que apliquen un marco de derechos humanos a esas decisiones. También observamos que esas mismas plataformas han optado, durante años, por privilegiar a algunos oradores -en particular los funcionarios gubernamentales- sobre otros, no sólo en los Estados Unidos, sino también en otros países. Una plataforma no debería aplicar un conjunto de reglas a la mayoría de sus usuarios, y luego aplicar un conjunto de reglas más permisivas a los políticos y líderes mundiales que ya son inmensamente poderosos. Por el contrario, deberían ser precisamente tan juiciosos a la hora de eliminar el contenido de los usuarios ordinarios como lo han sido hasta la fecha con respecto a los jefes de Estado.

Más traiciones

Durante mucho tiempo fui un duro crítico de Richard Stallman. No digo esto porque piense que a ustedes les importe (A él seguro que no) sino porque tengo que reconocer que yo estaba equivocado.

Mi crítica era que pasaba más tiempo demonizando al software y servicios privativos que a desarrollar productos competitivos de software libre que la gente quisiera usar. En esa época creía que los aportes de las grandes tecnológicas al software libre y de código abierto iban a ser buenos para la comunidad.

El 2021 me demostró, a cachetazos, mi error.

Me estoy refiriendo al hecho lamentable del boicot a la vuelta de Richard Stallman al comité directivo de la Free Software Foundation por parte de miembros de entidades del software libre que involucraron en el mismo a sus proyectos. No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas que detrás estaban algunas empresas que auspician dichos proyectos. El intento fracasó porque la comunidad, incluyendo otros miembros de las citadas entidades dio su apoyo masivo

El 2021 demostró que el software libre y de código abierto tiene un problema muy grave. Las empresas invierten en aquellos proyectos que contribuyen a la rentabilidad de su negocio y, se benefician de otros sin aportar nada. También vimos algunos casos de apropiación de código sin reconocer la fuente original ni respetar los términos de la licencia.

En los próximos artículos voy a hacer un repaso más ordenado. Pero, mi conclusión es la del título. Podía haber sido peor. Al menos todavía estamos acá para seguir luchando.


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